Ahí estás, sentada en ese viejo sillón con la mirada perdida.
Ya ni nos conoces como tampoco conoces tu nombre, es difícil asimilar que ya no recuerdas, pero también sé y prefiero pensar que ...¡el corazón nunca olvida!
Pero...¡qué historia de amor y entrega a los demás nos dejas! ¡Qué hermoso legado de amor!
Y desde que el Alzheimer entró a formar parte de nuestras vidas, esos brillantes ojos tuyos desaparecieron para dar paso a la tristeza.
¡Qué injusta es a veces la vida!
Atrás quedan lejanos fracasos y victorias con esa mujer coqueta y entregada que siempre fuiste.
Maldita enfermedad que entra casi de puntillas, sin darte cuenta y poco a poco va destruyendo y te escapas de la realidad, de tu historia reciente y hace que ya ni tan siquiera recuerdes tu pasado.
Es la vida que te hirió, nos hirió... y quisiéramos gritar de dolor al ver que ya no arrullarás a los pequeños, que no contarás historias pasadas, que no estarán tus besos pero igual sé que algún día, volveremos a encontrarnos, a caminar de la mano y volveremos a soñar tus sueños.
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