Cayendo la tarde,
jóvenes jugaban
a aquello por lo que vivían.
Le apasionaba su dorsal 24,
el estadio,
su club
pero también su R. Betis;
su equipo del alma.
Le hacía sentir emociones.
Con él, el tiempo pasar no veía.
Júbilo,
cuando el gol estaba próximo a anotar.
Forma de vida
que no todos logran hallar.
Cristi Alabarce
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