Nostalgia

En Navidad recordamos mucho a los seres queridos, que se fueron para no volver, aquellos con quiénes en el pasado compartimos días alegres y festivos. 
Les extrañaremos siempre, 
que en paz descansen.
¿Cómo no recordarles y añorarles en Navidad? ¿Cómo no extrañarles cuando vemos su asiento vacío? Esa mecedora solitaria, que ya no ocupa su lugar... Nos han dejado un vacío que nunca podremos llenar.
Nunca llega el olvido
de un ser querido que ya no está,
pues siempre estarán en nuestros corazones, 
en nuestra memoria,
en cada cosa que hacemos o dejamos de hacer…
Tratamos de superar el dolor de su pérdida,
pero la muerte no se supera nunca,
sólo se puede aprender a vivir sin ellos a nuestro lado.
En Navidad recordamos más a quién un día estuvo a nuestro lado y que ya nunca más podrá estar, ni tan siquiera para darnos un abrazo, una sonrisa, una mirada, pero en nuestro recuerdo siempre permanecerán. Nos resignamos, recordando los momentos vividos con ellos, las Navidades que pasamos a su lado… unas Navidades que nunca más serán lo mismo, porque nunca más estarán o cuando llega a casa una enfermedad, ya nada es igual... En casa, desde hace mucho tiempo, se acabó la ilusión...
Cerramos los ojos
y por un sólo instante
quisiéramos volver a hablar,
o tocar sus manos o abrazarlos… ,
estar con los que marcharon
pero no puede ser.
Y alzamos la mirada al cielo, con la esperanza de que quizás nos estén mirando desde allí arriba, escuchando nuestro corazón… y al hacerlo, lágrimas se forman en nuestros ojos.
Ojalá hubiese una escalera hasta el cielo
para poder abrazarlos y decirles una y otra vez
que les queremos, 
que jamás le olvidaremos.
Ley de vida...pero la vida continúa, no queda más que confiar que Dios les cuidará y aliviará nuestro dolor. Así es la vida, nacemos y morimos: los que se van primero lo hacen dejando un largo camino de tristeza para los que quedamos atrás.
Sí, ojalá hubiese una escalera hasta el cielo para abrazarlos por Navidad y decir “te quiero tanto que hasta duele respirar”…